Esta noche se abre la puerta que nos introduce al conocimiento del futuro y a las dimensiones mágicas de la realidad. Es la noche en que los entierros arden, el Diablo anda suelto y los campos son bendecidos por el Bautista. Es una costumbre que en la mañana, muy temprano la gente se lava el pelo y la cara con las aguas bendecidas y comienza a llamar, tres veces consecutivas: ¡San Juan!, ¡San Juan!, dame milcao (guiso de papas con manteca) que yo te daré pan.
Las fechas mencionadas de la noche del 23 al 24 de Junio son las típicas para los cristianos, pero puede ser que en un año determinado caiga un día antes o después, debido a las irregularidades del calendario gregoriano, como los años bisiestos.
Existe una gran confusión con cuando festejar realmente la noche de San Juan, en especial en aquellos lugares donde la celebración se liga a la efeméride astronómica del solsticio de verano (21-22 de junio) al que nos referiremos mas adelante, y no al nacimiento de Juan el Bautista; es ahi cuando se plantea una disputa sobre cuál es la auténtica "noche de San Juan".
Todo se relaciona con San Juan el Bautista y el solsticio del 21 de junio. El 24, se celebra el nacimiento de San Juan, quien preparó a la humanidad para la llegada de Jesús. Su nacimiento ocurrió en una fecha muy cercana a un solsticio (de invierno para el hemisferio sur, y de verano para el hemisferio norte), lo que quiere decir que lo que está en juego son poderosas energías solares actuando en la Tierra.
San Lucas narra en su Evangelio, que María, en los días siguientes a la Anunciación, fue a visitar a su prima Isabel cuando ésta se hallaba en el sexto mes de embarazo. Por lo tanto, fue fácil fijar la solemnidad del Bautista en el octavo mes de las candelas de junio, seis meses antes del nacimiento de Cristo. Desde entonces se señaló esta noche como la de San Juan, muy próxima al solsticio de verano que ha heredado una serie de prácticas, ritos, tradiciones y costumbres cuyos orígenes son inmemoriales en toda Europa y se han extendido por muchos pueblos de América. Lo paradójico del asunto es que el 24 de junio se celebra la fecha del nacimiento de San Juan el Bautista, que en realidad no debería festejarse porque el dies natalis de los santos siempre fue el de la muerte.
En el Evangelio de San Lucas se cuenta que su padre, el sacerdote Zacarías, había perdido la voz por dudar de que su mujer, Isabel, estuviera en cinta. Sin embargo en el momento de nacer San Juan la recuperó milagrosamente, como se lo había predicho el ángel Gabriel.
Rebosante de alegría, la tradición religiosa dice que encendió hogueras para anunciar a parientes y amigos la noticia. Cuando siglos después se cristianizó esta fiesta, la noche del 23 al 24 de junio se convirtió en una noche santa y sagrada, y de purificacion, sin abandonar por eso su aura mágica y pagana.
SOLSTICIO DE VERANO Y DE INVIERNO
Festividad pagana
Hay dos momentos del año en los que la distancia angular del Sol al ecuador celeste de la Tierra es máxima. Son los llamados solsticios. El de verano es el gran momento del curso solar y -a partir de ese punto- comienza a declinar. Antes de cristianizarse esta fiesta, los pueblos de Europa encendían hogueras en sus campos para ayudar al Sol en un acto simbólico con la finalidad de que "no perdiera fuerzas". En su conciencia interna sabían que el fuego destruye lo malo y lo dañino. Posteriormente, el hombre seguía destruyendo los hechizos con fuego.

Este simbolismo era compartido por pueblos distantes, separados por el océano Atlántico. Es el caso de los viejos incas en Perú que se celebraba cada 24 de junio, el Inti-Raymi o la [Fiesta del Sol] en la impresionante explanada de Sacsahuamán, muy cerca de Cuzco. Justo en el momento de la salida del astro rey, el inca elevaba los brazos y exclamaba: "¡Oh, mi Sol! ¡Oh, mi Sol! Envíanos tu calor, que el frío desaparezca. ¡Oh, mi Sol!"
Este gran festival se sigue practicando y representando hoy en día para conmemorar la llegada del solsticio de invierno, con un claro tufillo turístico. Los habitantes de la zona se engalanan con sus mejores prendas al estilo de sus antepasados quechuas y recrean el rito inca tal y como se realizaba (más o menos) durante el apogeo del Tahuantinsuyo.
La noche anterior (23 de junio) dos han sido los eventos más importantes: el baile del fuego y las supersticiones. Algunas de estas supersticiones son:
La joven que sale al amanecer y se encuentra con un perro su marido será un goloso perro durante su vida.
Al salir, después de las 12, se encuentra con un gato negro es mala suerte para el futuro, felicidad si el gato es de otro color. (yo opino que un gato negro aleja las malas ondas)
Si a medianoche se hace una cruz en los troncos de los árboles, producirán el doble.
Si a las 12, mira la luna y después la higuera, la verá florecer.
La higuera y el “pesebre” (helecho) florecen esta noche. Quien posea una de estas flores será muy afortunado.
Quien vea florecer la hierbabuena esta noche será muy afortunado siempre que lo mantenga en secreto.
En la víspera se planta la flor de la hortensia, en un tarro con tierra y agua. Luego se le hace un pedido poniendo fe en el bautismo de San Juan.
Hay que lavarse las manos con agua de manantial para mantenerse joven y el cabello para conservarlo hermoso. Esa noche las aguas están benditas por el Bautista.
Cuando llueve esa noche o al día siguiente, va a haber abundancia de manzanas.
Antes de la salida del sol hay que regar los árboles con agua de manantial, para que den bastante fruta durante el año.
Para tener buena siembra hay que tirar un pedazo de vela la noche de San Juan.
Para aprender a tocar guitarra hay que colocarse durante esta noche bajo una higuera.
Los antiguos celtas llamaban Alban Heruin a este festival, y su principal significado era el de celebrar el instante en el que el Sol se hallaba en su máximo esplendor, cuando duraba más tiempo en el cielo y mostraba su máximo poder a los hombres, y al mismo tiempo, el día en que empezaba a decrecer en el Solsticio de Invierno.
Para conmemorar y al mismo tiempo para atraer su bendición sobre hombres, animales y campos, se encendían grandes hogueras. Este festival se lo asocia a rituales destinados a obtener pareja o a conservarla.
Son innumerables los rituales propios de la Noche de San Juan, que se conmemora la víspera del 24 de Junio, pero todos giran en torno a la glorificación del fuego. De hecho, este es el festival del fuego por excelencia.
Realmente la noche del solsticio es la del 21 de Junio aunque la Iglesia la ha adaptado a la festividad de San Juan.
De igual forma, la presencia del agua es uno de los grandes símbolos de las celebraciones de San Juan que parece no tenerse en tanta consideración y que sin embargo, es una parte esencial de numerosos ritos de esta festividad.
El apelativo de "Verbena" a esta fiesta se lo dio la costumbre practicada en algunos lugares por las jóvenes casaderas de ir a recoger verbena a las doce de la noche en la víspera de San Juan, creyendo que con ello conseguirían el amor del hombre deseado por su corazón.
Otra de la creencias era que la pareja que saltaba unida la hoguera conseguía felicidad y buena fortuna.
Otra de las tantas costumbres es aquella en que las jóvenes arrojan guirnaldas trenzadas por ellas a sus amados a través de las llamas y ellos deben recogerlas antes de que caigan al fuego. Las guirnaldas se guardan como talismanes de buena fortuna y, ocasionalmente, se quemaba alguna cinta en el hogar para procurar protección de sus habitantes y animales.
Algunos grupos para finalizar las ceremonias se introducen entre las olas, comulgando por un corto tiempo con el mar y recibiendo de él toda su fuerza.
SÚBITAS APARICIONES Y DESAPARICIONES
En algunas leyendas piadosas, hasta los santos aprovechan la víspera de este día para trasladarse milagrosamente a otra parte. Es el caso de "Santa Trahamunda", una santa gallega de mirada melancólica, cuya imagen se puede ver en el Monasterio de Poio (Pontevedra) al lado de su supuesto sepulcro visigodo. Tiene una bonita historia de traslación milagrosa la víspera del día de San Juan, desde las mazmorras árabes de Córdoba a su monasterio.
Fuera de estas leyendas piadosas tan alejadas en el tiempo y en el espacio, y volviendo a nuestro mundo terrenal, encontramos otros casos de desapariciones bastante enigmáticas. En una de ellas un vecino de Collbató, cerca de Montserrat (Barcelona), desapareció en la noche de Sant Joan de 1975 cuando volvía de apagar un incendio forestal junto con unos amigos. Se hallaba en terrenos propiedad de Can Rogent, zona llana, fácil de andar y en la que es difícil extraviarse. No obstante, nunca más se supo de él, ni vivo ni muerto.
Puestos a hablar de desapariciones misteriosas, es preciso referirse a un curioso personaje cántabro llamado Francisco de la Vega Casar, más conocido como "el hombre-pez de Liérganes" (localidad donde hay un monumento en su memoria). Nació en 1628 y su temprana habilidad para la natación le sirvió para ser considerado el primer nadador de largas distancias de la Historia de España. Al parecer, tenía una extraña afección en la piel que le daba un aspecto escamado, razón por la cual sus paisanos, asombrados tanto por su aspecto como por su capacidad para nadar, le dieron el apodo de "el sireno" y extendieron el rumor de que era una especie de tritón.
Enviado por su padre a Bilbao para que aprendiese el oficio de carpintero, desapareció misteriosamente en la ría en la víspera de San Juan de 1673. Seis años después, en 1679, reapareció en la bahía de Cádiz cubierto de escamas y habiendo perdido la razón y el habla. Al regresar a su tierra vivió nueve años de modo extravagante, siempre iba descalzo y de vez en cuando pronunciaba las palabras "tabaco", "pan" y "vino". Se le tuvo por loco hasta que un día desapareció de nuevo en el mar sin dejar rastro y esta vez para siempre.
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